NO TE RINDAS
Hoy no es un día triste, es otro día. Un día más para llenar
de esperanza. Un día más para caer y volver a levantarse. Un día más para
agradecer y disfrutar de lo que más te llene. Un día más para aprender y
cambiar todo aquello que sea necesario, sin miedo, con decisión.
Ningún día es igual al otro, ni nosotros somos los mismos del
día anterior ni seremos iguales mañana. Algo cambia, nada es “copia y pega”.
Me gustaría compartir, con su permiso, una pequeña historia
de una mujer que la llevó a una gran victoria.
Cada uno de nosotros diariamente puede encontrarse en
situaciones que necesiten de nuestro saber hacer, de nuestro coraje y por lo
tanto de nuestra capacidad para resolver de la mejor manera.
La rendición no tiene lugar cuando luchas internamente para
conseguir un estado emocional equilibrado. Y ¿Qué quiero decir con equilibrado?
En este caso, conseguir propósitos que nos lleven a un lugar donde sentirnos
plenos, en paz, satisfechos de nosotros mismos y nuestro entorno en la mayor medida.
Hace algún tiempo, más de dos décadas, conocí una historia
bien de cerca.
Ella (nombre ficticio) casada, era consciente de que algo no
cuadraba en su matrimonio. A pesar de tener esa sensación, su pareja comentó
adquirir una vivienda y ella ilusionada, cedió pese a no disponer de más
recurso económico que el de él. Decidieron apretarse el cinturón e iniciar un
nuevo periodo en sus vidas. Al poco tiempo él, además, cambió el vehículo.
Pasados un par de meses, las cosas comenzaron a cambiar. Él
pasaba la semana fuera trabajando. Regresaba los viernes con la ropa sucia de
la semana y otros “aires”. Cada vez más distinto, más distante.
Ella decidió cuidar un niño. Suponía algo más de economía y
tener la semana ocupada por lo tanto, pensar menos.
A lo largo de seis meses, se fue dando cuenta de que había
cosas que no cuadraban. Cada vez estaban peor económicamente y ni que decir de
su relación que se alejaba y mucho de cómo había sido hasta hacía pocos meses.
Recuerdo estar presente en una reunión de amigos donde él se
“faltó” de una manera tan clara y descarada que provocó el espasmo de alguno de
los presentes.
Por septiembre, Ella había encontrado otro empleo. Estaba
trabajando en una casa, la adoraban y a Ella le permitía un poco más de solvencia
económica además del gran apoyo emocional que recibía.
A principios de diciembre de ese mismo año, mantenían una
conversación en la cual acordaban, una vez pasadas las navidades, solicitar el
divorcio.
Dos días antes de fin de año, tuvo que ingresar en el
hospital, una neumonía que la llevó al borde de… Su estado, según le
contaron pasado un tiempo, fue preocupante, de hecho, llegó a contarle una de
sus amigas que la atendió en el hospital que le “faltó muy poco para no salir”.
Mientras tanto, su futuro ex, vaciando la casa.
Cuando le pidió el divorcio no se rindió, creyó que aún
podría recuperar su matrimonio. El tiempo demostró que era Ella la única que lo
pensaba mientras su ex jugaba a la posibilidad de reconciliación.
Mientras estuvo en el hospital, tomó la decisión de que lo
primero era ella, su recuperación y la manera de decirlo a sus padres y de cómo
lo tomarían. Priorizando.
Sentimientos como: desechada, menospreciada, insultada,
engañada vamos abatida psicológicamente y físicamente. Con todo y eso, se
recuerda sentada en la cama con una sensación de, “hoy es esto, ahora lo que
importa en ganar esta batalla”.
Quince días más tarde dice recordar el momento en que volvió
a su casa, con dieciocho kilos menos. Una casa vacía. En la habitación una
cama, en el salón un sofá y una tele pequeña, en la salita una mesa y dos
butacas. El microondas había desaparecido. Se sintió mermada, muy poquita cosa
(su considerable pérdida de peso lo acentuaba, no llegaba a los cuarenta y seis
kilos).
Recuerda que decidió tomar un baño y allí mismo, junto a la
bañera, frente al espejo se observó. ¡Soy todo hueso!, se dijo. Una vez dentro
de la bañera, tuvo que colocar en el fondo una toalla para aliviar el dolor que
le producía estar sentada en la misma.
Recuerda sentirse bien aunque un poco perdida. Tocaba
recuperar algo de peso y no podía volver al trabajo en al menos una semana más.
En casa, sola, sin dinero, con hipoteca. Vacía por dentro se
sentó en el sofá, dormía en el sofá, casi no comía, no salía de casa ni a tomar
el sol. Algo no funciona, se dijo. Llorando desesperada por su situación.
Comenzaba a no tener esperanza. Le daba exactamente igual lo que ocurriera.
Tres días. Tres días estuvo a moco tendido. Hasta ese momento
no había llorado, ni una lágrima. Hasta ese mismo momento no había tenido otra
sensación más, había tocado fondo.
Al tercer día, no recuerda ni cómo ni por qué, se sentó y
sintió algo así como un empujón. Comenzó a sentirse serena, relajada. En ese
momento, justo en ese momento, se dijo “Levántate y ponte en marcha, esto es lo
que hay, pero yo no me voy a rendir. Arréglate y a la calle”.
Subió al autobús camino al trabajo y cuenta que comenzó a
sonar una canción que, más tarde, adoptaría como himno “Solo se vive una vez”
de Azúcar Moreno.
Durante el trayecto comenzó a darse cuenta de sensaciones que
la hacían sentir viva. Olores, colores, sentimientos de esperanza. Se dejó
llevar durante el trayecto agradeciendo todo aquello que veía, que sentía, que
olía y oía. Se hizo consciente del aquí y ahora y se relajó disfrutando del
momento. “Sigo aquí y tengo una nueva oportunidad”, se dijo.
Me contó que, pasado algún tiempo, “sobre un año o un poco
más” volvía de comprar y encontró a su ex al lado de casa. La estaba esperando
y quiso que entraran en casa para hablar. Le contestó que no, que la calle era
un buen sitio. Allí mismo soltó las bolsas, se sentó en el bordillo y fue
entonces cuando él le preguntó si servía de algo que le pidiera perdón, quería
volver. Ella guardo silencio. Buscaba en su interior. No tardó mucho en
contestar: "Francamente, ni te digo que sí ni te digo que no, me da lo mismo. Si
te digo que sí tanto si te digo que no, es que todavía me importa y me da
exactamente igual. No me importa. Es más, te voy a agradecer la oportunidad que
me has dado de poder vivir de nuevo mi vida”
Sintió calma, seguridad. Sintió que había soltado un lastre.
Sintió libertad. Sin pena. Se sintió grande y libre.
Tuve la oportunidad de ser parte de ese proceso de cambio y
creo que rendición no se encontraba entre sus planes.
Asumir que hay realidades que no están bajo nuestro control
pero otras sí, y esa es nuestra responsabilidad.
Aceptar la situación en lugar de presentar oposición es una
de las claves para avanzar. Ella optó por aceptar la situación, en todo su
contexto, con los sentimientos y emociones que le producía. Ella acepto para
serenar su alma y su cuerpo y ello le dio la suficiente tranquilidad para
comenzar a identificar su estado actual y poder de esta manera crear el estado
deseado. Era consciente de dónde y en qué situación estaba y de esta manera fue
mucho más sencillo trazar el camino hacia donde quería estar, lo que quería
conseguir.
Pasados dos años, Ella consiguió un buen trabajo, temporal
sí. Y luego otro más estable que le permitió alcanzar el reconocimiento que
debía tener, ese estatus económico que deseaba.
Hoy es una mujer libre, casada con hijos pero libre. Es y
está en el lugar que siente es el suyo.
Nada es perfecto y todo es perfecto a la vez.
Y tú, ¿Estás dónde quieres estar? ¿Eres quién quieres ser?
¿Has luchado y conseguido tus metas?
En este camino hay piedras grandes y piedras pequeñas para
que tú decidas si las saltas, las mueves o simplemente te quedas ahí, estancado
sin tomar ninguna decisión.
¡No te rindas! Ella no se rindió.